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viernes, 7 de enero de 2011

LA TRAGEDIA DE RITA CELESTINA

Dr. Víctor Estrella Rodríguez

Las campanadas volvían a temblar, las campanas volvían a vibrar, las campanas volvían a tañer, las campanas volvían a llorar. El pueblo de Colomba escuchaba las campanas; los habitantes de colomba sentían el saludo eterno de las campanas.

Los pobres, los ricos, los pordioseros, los limpiabotas, los carretilleros, los policías, los vendedores, los vagos, los ladrones, los egoístas, los malvados, todos escuchaban el ladrido de las campanas de la iglesia de Santa Patricia, situada en el centro del pueblo de Colomba.

Rita Celestina oyó ese día muy temprano el repiquetear de las viejas y oxidadas campanas de la arcaica iglesia.

Rita Celestina daba vueltas en su cama; inquieta, como si estuviera esperando una tragedia. Rita Celestina pensaba a una velocidad vertiginosa y abruptamente los pensamientos se apretujaban unos a otros. Rita Celestina abrió los ojos, se incorporó como un resorte del lecho descompuesto y con gritos enloquecidos, lamió las paredes de la habitación, mientras en la distancia las vibraciones de las vetustas campanas dominaban las notas de la garganta angustiada.

Los días pasaron igual que todos los días, rutinarios, calurosos, con las mismas gentes, la misma vocinglería callejera, el mismo limosnero en la misma puerta de la misma iglesia, el acostumbrado vendedor de dulces a la hora acostumbrada; el típico botellero con su típico saco resonante a la espalda, por la típica calle que a diario hacía el inveterado recorrido.

Los días transcurrían así con esa rutina de años; pero Rita Celestina, no sentía los días de esa manera, para Rita Celestina los días pasaban lentos, los días se hacían interminables…

… ¡Rita Celestina se casaba!, por ella iban a vibrar las campanas de la iglesia de Santa patricia, por ella iban a tañer las gastadas campanas que todos los días la despertaban en su lecho siempre descompuesto, por el movimiento efectuado en su estado de durmiente, mientras agitados sueños se acedaban en su mente.

Rita Celestina había amanecido feliz, en su casa sus familiares reían, cantaban; la casa de Rita Celestina, estaba de fiesta. Los regalos llegaban de todas partes, las felicitaciones llovían, Rita Celestina era querida por todos. ¡Rita Celestina se casaba ese era el acontecimiento del día! ...

… La noche hizo su aparición, en la puerta de la iglesia de Santa Patricia se encontraban Rita Celestina con su hermoso traje de novia, mandado a confeccionar a Francia por el famoso modisto Andreau del Solutou; dicho traje era de organiza de estilo primaveral con aplicaciones del más fino encaje y perlas cultivadas.

Portaba la primorosa novia un ramo de bellos claveles amarillos y blancos, haciendo contraste con primorosos tamitos de ensueños. ¡La novia estaba preciosa!. La iglesia estaba decorada, banco por banco y a los pies del pasillo se extendía una carísima alfombra roja, un coro entonaba el cántico emotivo del “Ave María”. Rita Celestina iba del brazo de su tío, que ahora hacía las veces de padrino. Las luces de la iglesia se reflejaban en sus hermosos y primorosos ojos; su piel sutil y blanca, sus labios rojos hasta el pecado; su paso erótico hasta en el pensarlo, todo su cuerpo era un faro de sensualidad y locura.

Cerca del altar Raymundo Mosentor esperaba su diosa. Raymundo Mosentor era un joven de los más ricos de Colomba y los familiares de Rita Celestina y Raymundo Mosentor ejercía el dominio de casi todas las riquezas agrícolas y ganaderas de los alrededores.

Llegaron al altar, las flores colocadas en todo el rededor de la iglesia, llenaban el templo de un olor celestial.

Los cirios brillaban alegres, el pueblo se aglomeraba entre bancos y pasillos, mientras el murmullo se impregnaba en la totalidad del templo.

El cura juntó las manos de los novios y cuando se disponía a bendecirlos y convertirlos en marido y mujer, cinco disparos retumbaron en el recinto sagrado, a la vez que Raymundo Mosentor caía en un charco de sangre y Felipe Antero se Disparaba un tiro a la cabeza.

Todo fue un caos, Rita Celestina se arrodilló al lado del cuerpo inmóvil de su querido Raymundo… el templo se había convertido en gritos, huidas, desesperación, miedo y alarma. Felipe Antero era amigo de Rita Celestina que con mucha frecuencia le acompañaba en su casa, en largas y alegres veladas, pero nunca había mostrado hacía ella una actitud dispar a la amistad sincera, más aún no había demostrado descortesía alguna en la preparación y arreglo del matrimonio de Rita Celestina, él había sido el primero en ayudarle, ahora parecía paradójico que sabiendo Felipe Antero, cuanto quería Rita Celestina a Raymundo y aún así le haya disparado a quemarropa, precisamente en el instante de su gran felicidad. El revolver aún humeaba en la mano derecha de Felipe y su mano izquierda casi tocaba el hombro ensangrentado de Raymundo, contenía un arrugado papel, el cual con desespero tomó Rita Celestina y leyó: “Rita por amarte tanto lo he hecho”.

La voz corrió en la ciudad, al otro día enterraron a Raymundo y a Felipe, Rita Celestina no fue al entierro.

Pasaron los meses y nadie veía a Rita Celestina. La bella dama después de la tragedia, se había recluido en su alcoba y ni su madre, ni su hermana Mayra Celestina, ni sus amigos habían podido convencerla para que cambiara su decisión a permanecer incomunicada.

Al año de encierro voluntario, Rita Celestina salió por primera vez de su habitación. Por vez primera se enfrentaba a su familia, amigos y conocidos; por vez primera iba a tener una conversación después de un año de encierro.

Nadie esperaba que saliera, todos estaban sentados a la mesa cuando Rita Celestina se presentó en el comedor y con una bella sonrisa dijo: “Hoy he nacido”, todos sonrieron admirados.

Rita Celestina hacía un año que no se dejaba ver el rostro, la comida se la pasaban por una pequeña ventana y sus pocos deseos los escribía en un papel.

Todos quedaron perplejos, nadie se atrevió a moverse y Rita Celestina con toda naturalidad, como si nunca hubiera estado encerrada ni alejada, como si fuese algo de todos los días dijo: “ ¿Me invitan?”… rápidamente todos salieron de su estado de sorpresa y buscaron una silla, donde la dama se sentó. Estaba preciosa; el año de encierro había aumentado su hermosura. Sus ojos despedían un brillo extraño y sus labios suspiraban al hablar, como una diosa al lanzar un beso al Universo.

Los días transcurrieron… todo el pueblo se enteró de la salida de Rita Celestina y todos la vieron por las calles, cruzaban sus saludos, pero nadie se arriesgó a preguntarle nada.

Cierto día llegó a la ciudad un joven ingeniero llamado Armando Arzobispo, hijo de una rica familia del Este. Llegó en un confortable vehículo y casualmente se cruzó con Rita Celestina que iba de compras. (Había pasado un año y seis meses del gran suceso de Colomba). Armando se sintió atraído por Rita y vertiginosamente bajó del vehículo, se aproximó a ella y le saludó con mucha caballerosidad, Rita respondió con naturalidad el saludo y rápidamente entablaron una amena conversación, como si hubiesen sido viejos conocidos, pero era la primera vez que ambos se veían.

Los días transcurrieron tranquilos y Armando y Rita Celestina seguían viéndose con frecuencia, hasta que al cumplirse dos años del suceso de Colomba, Rita Celestina y Armando anunciaron su boda.

El pueblo se alegró, todo el mundo quería a la familia de Rita por lo bondadosa que era.

Volvieron los preparativos de la boda, otro nuevo traje, otra nueva ilusión. Las campanas de la iglesia de Santa Patricia seguían su rutinaria vida de tañer y Rita volvió a cerciorarse de ellas, esas campanas volverían a sonar por fin con alegría. Rita no contó jamás a Armando la tragedia. Este se enteró por los padres de ella. Rita con nadie habló nunca de la tragedia, nadie vio nunca Rita Celestina llorar, ni el día del suceso que conmovió a Colomba.

Llegó el día esperado, Rita estaba feliz, volvió a engalanarse la iglesia… todo estaba dispuesto, la novia a penetrar por la misma puerta, el templo estaba bellamente adornado, el novio esperaba junto al altar… tañeron las campanas, entonó el coro el “Ave María”, avanzó la novia con su inigualable sonrisa por el iluminado corredor, llegaron donde los esperaba el cura. El sacerdote juntó las manos de los novios, levantó una mano y dijo: “El nombre del Señor, les declaro ma… un grito se escuchó en el templo, el coro enmudeció, el sacerdote quedó inmóvil, en el rostro de todo el mundo se dibujó una mueca de espanto. Armando había caído al suelo, rápidamente los cercanos corrieron en su ayuda… pero ahora nadie había disparado. Armando había emitido un grito, Rita se abalanzó sobre Armando… sí… estaba vivo… sus ojos cerrados comenzaban a abrirse, miró a Rita con desconcierto, como si no la hubiese visto nunca, a miró a todos a su alrededor… se miró las ropas de gala y en medio de la expectación de todos se desnudó mientras salía huyendo, a la vez que gritaba: “ ¿Dónde estoy?... ¿Quién soy? Y a cada pregunta hecha, frenéticamente se contestaba con una carcajada.

Armando huyó y nadie jamás supo de él, hasta el cabo de tres meses cuando la Prensa informaba que habían encontrado el cadáver ahorcado de Armando.

Rita volvió desde ese mismo día a su encierro, tampoco derramó una lágrima… el pueblo estaba alarmado por el nuevo suceso.

Pasó el tiempo en Colomba, tres años había transcurrido desde la muerte de Armando (la cual todos recordaban). Rita Celestina a los tres años exactos volvía a salir de su entierro. Su padre había muerto, su madre también, su hermana Mayra cuidaban de Rita Celestina. El encuentro del primer día, fue idéntico del anterior. Rita Celestina estaba hermosa, como si los años no le tocaran un pétalo de su belleza, conservaba su inigualable hermosura… Las campanas de Colomba seguían su rutina y Rita cada vez que las oía reía sin saber por qué.

Cierto día se desplomó la torre de la iglesia y las campanas se silenciaron para siempre. Rita no dijo nada de ese suceso, ni del otro, ni del otro.

Pasó el tiempo, al cabo de cinco años de haberse caído la torre y las campanas, el pueblo seguía su rutinaria vida. Los hombres y mujeres envejecían, los niños se hacían jóvenes y los jóvenes se hacían hombres. Las niñas se hacían flores y las flores emergían de los estanques como bellas diosas destinadas al culto de los hombres. Rita Celestina no envejecía, conservaba su misma fragancia de capullo en flor desde hacía varios años.

Una mañana al ir Rita Celestina a la orilla de un estanque del Parque Nacional, llegó a su lado un apuesto mozo de nombre Iván. Estera, Rita le cautivó con su magnética sonrisa y su Celestina, su corazón palpitó como un trote de mil caballos en alocada carrera. Su diálogo fue breve.

A los dos meses a Rita Celestina era rutinario verle junto a Iván junto al estanque… todo el pueblo comentaba el fatal desenlace de esa unión, todo el pueblo presagiaba la desgracia del nuevo incauto. A Rita Celestina ya le tildaban de bruja y otros de fatal, nadie se atrevía a comentar con Rita los sucesos, pero todas las comadres se volvían a papagayos en esquinas, pulperías, peluquerías y en todo tipo de reuniones… los sucesos de Rita los conocía toda la comunidad.

A Iván le habían contado miles de voces los sucesos, pero él no hacía caso alguno a esos comentarios.

Anochecía, el sol amarillo – rojizo formaba una corona de tonos en el borde de la montaña. Rita celestina se arreglaba en su habitación. Iván esperaba a la orilla del río.

Malignos pensamientos cruzaban la mente del enamorado, su pasión era insosegable, sentía desgarrar el velo de misterio de su virginidad, quería hundir en sus entras las instintivas fuerzas de su furia masculina. Estaba nervioso; esperaba la cita con ansiedad… ¿Vendrá o no vendrá?... Los minutos se hacían eternos. Rita Celestina iba para la cita, como para todas las otras, pero no se imaginaba que en la mente de Iván (hasta el momento tan respetuoso) se fraguaban ocultas maquinaciones. Hacía cuatro meses que se conocían, tres que se amaban, dos que se dieron el primer beso y ahí en adelante todo fue besos, besos y más besos.

Pero Iván no había podido tocar jamás el cuerpo de Rita Celestina, ésta no se lo permitía.

- Llegó la hora, por el sendero apareció la figura inconfundible. Traía unos zapatos bajos, un vestido sencillo donde se apreciaban sus dotes más valiosas de mujer hermosa. Iván corrió a su encuentro. Le besó los labios, la abrazó, le siguió besando locamente el rostro, sus ojos, el cuello… a cada instante el abrazo se hacía más fuerte, la respiración más profunda, los besos más apasionados. En eso Rita trataba de separar a Iván, con delicadeza, pero éste seguía enloquecido. Rita gritó: “¡Iván déjame!” “¡No me toques Iván! “¡…!” ¡Por favor, no me hagas eso, no!” “¡…!” ¡No Iván Noooo! “¡…Iván continuaba enloquecido… rasgó el delicado vestido y brotaron los senos blancos, erectos, delicados, sensuales; surgieron unos senos núbiles y primorosos, exhibiendo un pezón pequeño y armonioso. Iván no tenía consciencia de sí. Rita se esforzaba por zafarse, pero la fuerza del endemoniado era terrible. Iván succionó con pasión los senos vírgenes, derribó al suelo a Rita Celestina…

Todo alrededor era silencio, sólo se escuchaba el grito desesperado de Rita al defenderse y el profundo respirar de Iván…

¡¡ NO IVAN POR FAVOR, NO, NO, NO LO HAGAS!! ... Iván no oía…

Iván había desnudado por completo a Rita, su intimidad se abrió hacia el negro Universo, al instante en que Iván se despedía de su vestimenta, los cuerpos desnudos luchaban en la arena. Los movimientos eran rápidos, pasionales, insospechados, instintivos, endemoniados, monstruosos, desatinados, salvajes, pero sensuales, muy sensuales.

La Luna se ocultó, el río siguió su curso, las hojas crujieron bajo los cuerpos y Rita Celestina se rindió agotada ante la lucha, ante la penetración del crudo sensualismo de Iván. La respiración de Iván se fue haciendo lenta, Rita había dejado de luchar, Iván paulatinamente fue cayendo en un profundo sueño… Rita se paró delicadamente del cuerpo masculino… tomó sus rasgadas ropas y como pudo las compuso y se vistió.

Iván quedó tirado en la arena, la noche se hacía más oscura. Amanecía, un sol radiante iluminaba Colomba, Rita Celestina escuchó tañer las campanas de la iglesia de Santa Patricia, todo el pueblo escuchó las campanas… las escuchaban pero no la veían, estaban sepultadas.

El pueblo de Colomba estaba asombrado, había encontrado a Iván muerto a la orilla del río. El médico legista dictaminó muerte por agotamiento cardiovascular. Todos comentaron el suceso. Rita se enteró más tarde de la muerte de Iván y dos lágrimas cruzaron por primera vez sus rosadas mejillas.

El pueblo de Colomba aumentó la crítica hacia Rita Celestina. Rita Celestina escuchaba tañer las campanas más fuertes que antes.

Al saber la noticia de Iván se recluyó nuevamente en su habitación, esta vez para no salir jamás, hasta cuando murió a los noventas años sin envejecer.

Las campanas de Colomba todo el mundo las oyó repiquetear, hasta el día en que ella murió, pero nadie había arreglado la torre de la iglesia, nadie había movido las campanas que se encontraban sepultadas entre los asombros de la torre surgieron tocando hasta que el cadáver de la bella Rita Celestina fue sepultado.