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viernes, 12 de abril de 2013

La Taxidermista, novela del escritor Quibian Castillo



Ubaldo Rosario Taveras

Leyendo la novela “La Taxidermista” del escritor Quibian Castillo, descubrí una verdad que se encuentra reposando en todos los subconscientes de la humanidad de ésta época. Y es que Hollywood nos está educando a través de sus empresas de sueños. Al leer la obra de Castillo conocí un término que inconscientemente conocía su significado, pero no el nombre, me explico. La película “El silencio de los Inocentes”, dirigida por Jonathan Demme y protagonizada por Jodie Foster y Anthony Hopkins, trata sobre un enfermo mental que secuestra jovencitas y le quita la piel con el único objetivo de confesional una vestimenta para sí. A través de este film se encuentra un diccionario hollywoodense, que define el concepto “Taxidermista”.

La película, ganadora de varios Oscar, nos  informó que utilizar la piel de un ser vivo y colocarla en un muñeco o un maniquí, para que tenga el aspecto de un ser real, es lo se conoce como: Taxidermia. Es posible que muchos conocieran este término, y solo yo lo ignorara, y por esta razón ahora leyendo la novela de Quibian Castillo, es que comprenda mejor la historia de la Película “El silencio de los inocentes”.


Tomando en cuenta si la educación o los conocimientos que nos trasmiten las películas son dirigidas con un fin o no, es decir con un mensaje sublime, oculto y que nos sugieren ideas, ideas que los cinéfilos defenderán de manera inconsciente, lo importante es que aprecio leer los libros más que ver las historias en las pantallas grandes o pequeñas.

Visto que el cine siempre se ha auxiliado de la literatura para producir sus filme, el gran reto que tenemos los escritores del siglo XXI, es de escribir historias que no se parezcan a los guiones cinematográficos (a las películas), sino que sean narraciones donde las historias, es decir, la literatura se parezca más a la literatura. No es  un juego de palabras, tenemos que lograr que la literatura sea un arte tan complejo que el cine no pueda reproducirlo y al mismo tiempo tan simple que el lector comprenda y disfrute la obra que está leyendo.

   Y esto lo ha logrado el escritor Quibian Castillo en su novela “La Taxidermista”, donde un pintor que pinta cuadros solo por el hecho de pintarlo, es decir, por el hecho  simple de hacer arte. Como dijo una vez en una entrevista José Lezama Lima: “Conocí un poeta que escribía poesía en papel de cigarrillos y luego se le fumaba y respondía, lo importante es crearlo”. Pues con esta misma concepción de hacer arte por el arte, el pintor pinta cuadros y luego lo incinera. Hasta que un día cualquiera conoce una mujer que le suplica al pintor que la pinte desnuda. Una joven  hermosa y con un oficio desconocido para aquellos que no visitan los grandes museos: Taxidermista.

Conociendo el argumento de la película de “El silencio de los Inocentes”, ya el lector va compaginando la imaginación sobre las perversiones que ésta mujer tiene, por la razón de tener un oficio poco común en la vida de los seres humanos, la de quitarle la piel a un ser vivo para colocarla en un maniquí o un muñeco. El pintor que tuvo que reconocer que ser taxidermista también es ser un artista, pues éste transforma a un muñeco y le da la apariencia como si fuera el mismo animal que estuviera momificado, pero solo los taxidermista conocen la verdad.

Se enamoran y transcurre la historia. Nosotros los lectores en cambio esperamos que aparezcan los asesinatos, especialmente la madre de la mujer, que ella tanto odia. Que la mate con la única razón de hacer arte. Hay un pasado atroz que no voy a contar. Solo que como lector  espero de los enamorados (porque vamos construyendo nuestra historia paralela en el proceso de lectura),  una caricia o un simple beso. Camino a Paris, estos dos personajes que quieren visitar el Museo de Ovre, duermen juntos pero no se tocan. Una historia rara, dos amantes que se aman, se encuentran en la misma habitación desnudos y no hacen el amor. Es extraño, pensamos que ella se ha injertado alguna piel y por esa razón no deja que la toquen. Según va avanzando la historia, el lector reconstruye otra tratando de darle o adivinar el final de la novela de Castillo. Pero no, nada tiene que ver con las historia de Hollywood. Es una historia meramente literaria, escrita para un lector no para un cinéfilo. Es una historia que está haciendo arte pero un arte simple para el lector y difícil para el cine. Con un esquema narrativo diferente donde no existe el guión para determinar los diálogos y con tan solo leer se reconoce quien habla. Saramago sustituye el Guión por una Coma para determinar el dialogo. Quibian Castillo va más allá, no usa ni guión ni coma, ni otro recurso para señalar donde hay un dialogo. Simplemente se diferencia el habla de los personajes del habla del narrador. Tiene este escritor una prosa limpia, sin ripios, y de vez en cuando llena de poesía. Lograr esto, es hacer arte, es hacer literatura. Pues casi no se cuenta nada en la novela sino el mundo interior tanto del pintor como de la taxidermista. Cita:


 Tomó el pincel. Se pintó ambos pezones con el color azul de Prusia. Luego, sopla suave mi cuello. Me estremecí, como un árbol cuando el viento fuerte balancea y caen al suelo los frutos. Dejó deslizar el pincel de su delicada mano. La veía ahí, tan cerca de mí, desnudos los dos, mirándonos, tan ciego, sin el mínimo intento de un mágico movimiento fingido o no, por los amantes. ¿Sería que ambos estamos sufriendo de la misma raquítica enfermedad, del desamor? Murmuré para mí, como quien traga una nube de humo. Vámonos, me dijo, con ese intríngulis que estruja las entrañas, pero no estrangula. Dio media vuelta, y antes de dar cincos pasos, la paleta y los pinceles cayeron al piso. Nunca me había sucedido algo similar. El ritmo precipitado de los músculos cardiacos late dentro de mi caja torácica como vieja locomotora y el sudor corre como lágrimas sobre aceite, producto de esta mujer. Le juro, me turbaba los sentidos, igual o pero que Gala a Dalí. Si deseara, en este instante me acercaría a ella, la sedujera y nos metiéramos en la cama o aquí mismo en el estudio o el patio;  pero una cosa trae la otra, y la otra, a otras.

Un cineasta podrá rodar la escena de este párrafo que ha sido citado, pero no podrá aprehender, es decir, tomar la esencia que se ha narrado. Las cámaras no pueden catar el conocimiento silencioso que está detrás de la escritura. Y eso es hacer literatura. Cuando leemos a Quibian Castillo reconocemos que en su novela hay un poder escondido que jamás el cine podrá capturar, porque las emociones y la travesuras de los personajes tiene cierta relación de complicidad con el lector, situación que nunca ocurrirá en el cine, porque las emociones de los personajes son las mismas emociones del lector y cuando un escritor logra que un lector crea esa hipótesis, es porque está haciendo literatura.

   No debemos tener como fuente al cine aunque el éste se auxilie de la literatura para rodar sus películas. Los escritores no debemos auxiliarnos al séptimo arte a excepción que sea para reproducir una que otra técnica narrativa que la literatura no haya plasmado. Y esto es lo que he encontrado en la novela de Castillo, una historia única que nada tiene que ver con aquellas que nos presenta Hollywood

1 comentario:

  1. Es uno de los mejores libros que he leído. Excelente Quibian Castillo!

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